Semana de cal y arena para el optimismo reinante en el sector. La cara amable de la noticia vino de la mano de la Estadística de transacciones inmobiliarias del Ministerio de Fomento, que de nuevo confirmo la buena salud del negocio residencial: la compraventa de viviendas aumentó un 9,8 el pasado año, el registro más alto desde 2010. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmaba lo que ya era un secreto a voces, que por segundo año consecutivo -algo inédito desde 2007 -el precio de la vivienda volvía a subir, un 3,6 % en 2015. Un repunte que se debe a la importante revalorización del 4,7 % que han experimentado las casas de obra nueva.
El INE ha traído también los primeros nubarrones del trimestre. De acuerdo con sus cálculos, la cifra compraventa de viviendas en enero rompió la racha de 16 meses consecutivos de subidas: en concreto, se contrajo un 2,9 %. El mercado de obra nueva ha sido el responsable de este retroceso: las transacciones sobre este tipo de viviendas disminuyeron un 28,9 % en enero en tasa interanual.
La búsqueda de las razones para este -¿inesperado? -suceso no se han hecho esperar y, naturalmente, se ha encontrado en el que parece ser el culpable, y así poder explicar lo que está pasando (o puede pasar). A saber, la inestabilidad política. A los recientes avisos de los servicios de Estudios del BBVA, de Standard&Poor's o de la patronal madrileña del sector, se unen ahora otros expertos, como los API, para quien creemos que "la inestabilidad política puede frenar la reactivación de la vivienda". Tenemos que tener muy presente que la recuperación no está confirmado y que será lenta y moderada. Cualquier factor externo puede interrumpirla".
Incluso cuando se valora la situación desde la más absoluta y firme metodología, la administraciones siguen siendo si no la causa de los males sí, al menos, de las soluciones, como parece desprenderse de la siguiente afirmación realizada por Juan Riestra, nuevo director del área Residencial de Aguirre Newman: "La administración y el sector deben llegar a un entendimiento para desarrollar suelos en zonas donde de verdad hay demanda". Se contrarrestaría, así, el cáncer de la especulación del suelo, que a la postre puede arruinar la viabilidad de muchas promociones. El mismo Riestra atisba la luz entre estos primeros nubarrones: "Ahora, el mercado de la vivienda se basa en una demanda real".